Esta es una publicación de Debora Slotnisky, periodista y escritora de tecnología basada en Argentina, que fue invitada a participar en nuestro blog.

Sumar mujeres a las organizaciones es tanto una cuestión de justicia social como de igualdad de oportunidades. Estos factores de por sí deberían bastar para que las compañías se decidan a expandir el porcentaje de personas del género femenino en los distintos niveles y posiciones de su organigrama. Pero, además, hay distintos datos de la realidad que indican que esta decisión trae aparejada excelentes resultados.

Por ejemplo, en esta época, en que la mejora de las experiencias de los clientes es el gran leitmotiv, la diversidad de género brinda una perspectiva mucho más rica. Por su misma naturaleza, la diversidad permite contar con diferentes enfoques y puntos de vista de la misma manera que estimula el diálogo y el pensamiento creativo. Por lo tanto impulsa la innovación y ayuda a las organizaciones a detectar y aprovechar nuevas oportunidades. Al contar con un staff más diverso, las compañías consiguen un mejor reflejo de sus clientes, y esto las deja en condiciones de interpretar adecuadamente sus necesidades, comprender sus decisiones de compra, de uso y comunicarse eficazmente con ellos.

Ventajas claras

Una investigación de la consultora McKinsey indica que las empresas con mayor diversidad de género tienen un 21% más de probabilidades de experimentar una rentabilidad superior a la media. Por otro lado, tener mujeres en los equipos de trabajo puede ayudar a mejorar los procesos de equipo e impulsar la colaboración grupal. En la misma línea, está demostrado que una cultura inclusiva en el espacio de trabajo mejora el clima laboral y tiende a generar tasas de rotación más bajas.

Por otra parte las mujeres representan más del 50% de la base de trabajadores que las empresas pueden contratar, con lo cual perderse esa ocasión de ampliar el abanico de candidatos sería bastante absurdo.

No obstante, las mujeres todavía siguen padeciendo discriminación de género y el famoso “techo de cristal” que, por ejemplo, hace que su representación en los directorios de las empresas sea todavía bastante escasa. Esto no solo es malo para las profesionales, a quienes se les retacean oportunidades de modo muy injusto, sino también para las mismas compañías y sus negocios.

Cultura y herramientas

Ahora bien, para que las mujeres podamos integrarnos en las organizaciones, estas últimas deben tener la cultura apropiada y darnos la flexibilidad que necesitamos para equilibrar el trabajo con la  vida personal. En los hechos sobran los casos de mujeres que se ven forzadas a abandonar sus carreras porque no pueden compatibilizar la  maternidad con la actividad laboral. En tal sentido es fundamental que podamos acceder a los beneficios que necesitamos, por ejemplo la posibilidad de trabajar por objetivos o de poder ir y volver del colegio sin que nadie haga reclamos.

Por otro lado, es necesario que tengamos acceso a soluciones tecnológicas que nos faciliten las tareas, esto es, herramientas digitales que están disponibles en el mercado y  que aporten flexibilidad y al tiempo que permitan trabajar desde el lugar cualquier lugar.

Las mujeres debemos tener las mismas oportunidades de crecer profesionalmente y formar parte de los distintos estamentos de las organizaciones que nuestros pares masculinos. A esta altura no debería ni siquiera discutirse este tema: La realidad es que las organizaciones que no nombran a mujeres en sus directorios o sus staff están estancadas en el pasado y se pierden un gran talento.