OPINION

MIÉRCOLES ÍNTIMOS: Competir yo, ¿con alguien?

Dania Ferro

Todavía no puedo creer que me haya sumado a esa fiebre que hay ahora mismo en Facebook de apoyar los juegos de Río con una imagen de perfil que muestra la bandera del país que apoyas. ¡No es que de verdad no lo puedo aceptar!

Debí haber cambiado esa foto de perfil muy tarde en la noche, o muy temprano en la mañana. Y me imagino en ambos escenarios casi dormida, o no muy consciente de lo que hacía. Porque a mí no me gustan los deportes, nunca me han gustado.

En la escuela siempre fui de esas niñas alérgica a los deportes, esa que casi siempre se enfermaba cuando tocaba clase de educación Física, porque no soportaba correr al sol. No soportaba sudar. No soportaba que al día siguiente me dolieran todos los huesos.

Era de esas niñas que prefería quedarse leyendo tranquilamente en una biblioteca, en silencio; sin esos gritos eufóricos de los que apoyaban cualquier competencia. Yo no soportaba las competencias, y aun en la actualidad, las detesto. Me resultan tan, ¡pero tan cavernícolas!

Por eso creo que nunca soñé con ser deportista, porque los deportistas deben tener y defender ese espíritu competitivo que tanto aborrezco. Ni tampoco me gustaba la política, ni la economía, ni los negocios por la misma razón. Prefería el arte. Porque para mí la competencia robaba energías y reducía tu creatividad.

Y para mí la creatividad genuina solo se logra lejos de competencias extravagantes y absurdas.

Recuerdo que por aquellos tiempos leía cosas de Ruskin, ese gran escritor británico del que aprendí tanto. Richards el esposo de mi tía Viva, me regalaba libros y gracias a él conocí también a muchos otros grandes pensadores como el escritor Italiano Niccolo.

Recuerdo una tarde de verano que mi tía Viva me obligó a memorizar aquello que decía: “Cuando no aspiramos más que a superar a otros, no tenemos ni idea de la belleza, la nobleza, o la honestidad, porque lo que se hace en competencia con otros, casi nunca resulta bello, ni noble, ni mucho menos útil”.

Ruskin tan acuariano y tan soñador como yo, si resucitaras querido amigo, ¡volvería a morir de decepción! Al ver que hoy en día, hasta el arte y los medios de comunicación se han vuelto tan asquerosamente competitivos, que son semejantes a una pelea de leones.

Una pelea de leones a la que a veces no estoy dispuesta a sumarme y no porque no sepa rugir, sino porque el salvajismo me parece estúpido, la bestialidad ridícula y la competencia baja y desleal.

Por eso creo que voy quitando ahora mismo esa foto de perfil, en la que he puesto la bandera de Alemania. No voy a ver los juegos. No me gustan las competencias. Y si puse esa bandera fue solo porque lo único que me gusta son los jugadores alemanes de fútbol.

Esos rubios hermosos que me recuerdan siempre lo afortunada que soy, al tener un ejemplar semejante en casa.

Un rubio, que al igual que yo, tampoco le gusta las competencias. Y no porque tengamos miedo de perder, sino porque ya nacimos ganadores. Y no tenemos necesidad de probárselo a nadie.

Disfruten ustedes del juego. ¡ Y de las competencias! Mi vida está lejos, pero muy lejos de ser, o de reducirse a una competencia. Nosotros estaremos por ahí, (si la vida lo permite), en cualquier lugar viajando, de vacaciones, intentando ser cada vez más felices. Y si alguna vez nos da por competir, en algo, ojalá que sea en amor, en generosidad, o en sonrisas.